Mi Sheriff gigoló
Hace ya tres meses que Sergio Berni, Secretario de Seguridad
de la Nación, se sacó la última piedra del zapato: su jefa Nilda Garré. Así
confirmó que en el área de Seguridad una segunda línea con diálogo directo con
la Presidencia es la que dirige la acción, mientras el actual ministro
Puricelli corre detrás de las novedades poniendo la cara.
Con el proyecto progresista de Garré sepultado por el propio
gobierno y contando con el visto bueno de Cristina capitana, Berni comenzó a
desplegar con soltura su arsenal. Aparece cada vez que le es posible en las
pantallas, agita que la justicia pone obstáculos a la hora de combatir
eficientemente el delito, y aboga por la criminalización de la pobreza y la
protesta social, al tiempo que pone todas las fuerzas a su cargo –Policía
Federal, Gendarmería, Prefectura– tras el objetivo de “sacar los delincuentes
de la calle”.
Y nada mal le va con esta línea de discurso y acción, que complace
sin mediaciones a las demandas irrefrenables de los medios y mima a la porción
del electorado que le fue infiel al kirchnerismo en las últimas elecciones.
Meté bala por favor
Alegría para Scioli, que pasó de ser el alumno rebelde al
ejemplo de todo el salón. Aprovechando el envión y ya sin nadie atándole la(s)
mano(s), activó a su vez cambios fuertes en el esquema provincial de la
seguridad. Desdobló el Ministerio de Justicia y Seguridad, dejando a su “mejor
ministro” Ricardo Casal en Justicia y ubicando a Alejandro Granados, intendente
de Ezeiza, a cargo de la seguridad de la provincia más poblada –en población
total y en población carcelaria– del país.
Granados, intendente menemista, devenido en intendente
duhaldista, devenido en Barón del Conurbano kirchnerista –democracia– fue hasta
ahora amo y señor de Ezeiza, donde ideó un esquema de patrullaje territorial
basado en la saturación policial y en incentivar el uso de armas por parte de
lxs vecinxs en la lucha contra el delito. En su localidad existieron
escuadrones de la muerte policiales, financiados con aportes de comerciantes
locales, que obraban implacablemente contra lxs pibxs chorrxs del lugar, lo que
da una muestra de lo que quiere decir la palabra “eficiencia” para Granados a
la hora de construir seguridad.
“Tenemos que ir a los bifes lo más rápido posible”, declaró
Granados en su discurso de asunción. En consonancia, Berni coordina con Scioli
el envío de 4500 gendarmes a la Provincia, se prometen 100 mil policías en las
calles para fin de año y se convoca a agentes retirados a volver a la fuerza. Queda
claro quién recibirá los bifes de los que habla granados: la juventud pobre y
urbana, baleada, golpeada y violentada los últimos años por la policía de
Casal, quién ahora comandará el área encargada de garantizar el control judicial
de esos procedimientos. Después de diez años de kirchnerismo, difícilmente se
pueda encontrar un momento mejor para Scioli y su política de derecha en la
Provincia.
Algún día será esta
vida hermosa
Demagogia punitiva es el nombre que se le da al accionar de
aquellxs políticxs faltos de buenos recursos políticos cuando intentan activar
el miedo de la población al mismo tiempo que ofrecen soluciones tan rápidas y
represivas como inaplicables. En estos meses que siguen a las PASO sobran planteos
abstractos, falacias estadísticas y, por sobre todas las cosas, intenciones
electoralistas que nada tienen que ver con la construcción de políticas
públicas.
Recurrir a la demagogia punitiva fue la jugada de manual que
aplicó el candidato a Diputado por la Provincia de Buenos Aires Martín
Insaurralde hace pocos días con la intención de arañar algunos votos massistas.
Pero de lo que habla su peligrosa propuesta de bajar la edad de imputablidad,
aplaudida por lxs eternxs contrincantes del kirchnerismo, es de la incapacidad
política del gobierno de activar una acción positiva desde el estado, en forma
de prevención, inclusión y seguridad sostenible en el tiempo.
Tras la derrota de la gestión de Garré, el gobierno nacional
parece decidido a trocar sus tan mentados ideales inclusivos por un punitivismo
que nada tiene que ver con los Derechos Humanos. Ya la escuchamos varias veces
a Cristina pedir en nombre de la voluntad popular prudencia a jueces que, según
su visión, irresponsablemente dejan salir a delincuentes peligrosos a la calle.
Empezá ya la puta
cosa y sé feroz
En la ciudad de La Plata los bifes de los que habló hace
pocos días Granados ya son muy visibles. Doscientos gendarmes ya vigilan la
ciudad sumándose a las patrullas municipales. Al mismo tiempo, el nuevo
Ministro de Seguridad bonaerense se reúne con el Intendente Pablo Bruera para
delinear un “plan intensivo de seguridad” que, entre otros delirios, propone
reestructurar las grillas policiales para acabar con los “motochorros”, figura
mediática de difícil relación con la realidad.
Granados está dispuesto a esparcir por toda la provincia
aquello que le permitió a él actuar con tanta libertad en el control de su
propio territorio: una coordinación intensiva con las autoridades locales que
ponga en sus manos importantes decisiones sobre la focalización del actuar
policial. Así, juega con un cuchillo de doble filo que quedará en manos de
Intendentes generalmente poco dispuestos a soluciones preventivas.
Los planetas se alinean tras la década ganada: desde los
distintos niveles del gobierno se coincide como nunca en hacer política con el
castigo, renovando el aval político al autogobierno policial y confiando en la
pútrida Policía Bonaerense y en fuerzas militares la seguridad de la población.
Habrá que esperar una vez más a que la realidad demuestre que así no es como se
construye seguridad. Pero al menos habremos aprendido con qué actores políticos
se puede apostar a un cambio profundo y cuales están definitivamente del otro lado.
Tristán B.
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