domingo, 26 de enero de 2014

Un abuso de poder: la educación en cárceles desde el punto de vista del derecho


Para cualquier persona privada de su libertad, la educación sería una herramienta fundamental. No sólo hace al crecimiento y a la liberación personal en un lugar de encierro, sino que contribuye a tomar conciencia más profunda y social de la situación en que se vive, y aporta elementos para empezar a actuar sobre las circunstancias que la atraviesan. Asimismo, la “educación”, concebida por el derecho y las leyes actuales, es una de las principales bases de la teoría de la resocialización, que justifica la pena como medida de coerción directa del Estado sobre el pueblo. Como tal, es un derecho fundamental al que cualquiera debería tener acceso, más aun en un lugar donde la presencia del Estado es absoluta, como una cárcel.

Ahora bien, para cualquier persona privada de su libertad, en la mayoría de los casos, la educación es un elemento que se encuentra distorsionado, trastocado por la forma en que se la utiliza a diario. Se torna un instrumento de hostigamiento y poder para lxs agentes penitenciarios, y se reduce a una actividad que ayuda a acceder a algún beneficio a muchas de las personas detenidas. 

¿Cómo funciona la educación en nuestras cárceles?

En principio, la educación que se brinda en las cárceles depende de cada Unidad Penitenciaria en sí misma, pero en general es precaria, tanto por los escasos recursos con que cuentan, como así también por la falta de permanencia y continuidad (de personas, de planificación, entre tantas otras cuestiones). Todo ello sumado a que está atravesada por todos los problemas propios de la cárcel.