Por M. Eugenia Ambort y Marino Chaves
El temporal que se desató sobre
la ciudad de La Plata
el pasado 2 de abril dejó tras de sí una imagen impactante. Los innumerables daños materiales, los intentos
del gobierno de desligarse de su responsabilidad, las muertes y las
incertidumbres en torno al número real de las mismas, ocuparon muchas páginas
de periódicos y bastantes horas en informativos. Pero más allá de las
polémicas, es innegable la gravedad del asunto, así como la falta de medidas adecuadas
para reparar los daños. La tormenta pasó, pero difícilmente pueda decirse que
para todxs salió el sol.
Hacer una clasificación en el
sentido de buscar a las verdaderas víctimas del asunto no es lo ideal, ya que
no parece justo negar los daños que implicó incluso para los sectores más pudientes
de la comunidad. Ahora bien, esto no implica que no sea necesario hacer una
salvedad, señalando los daños y pérdidas mucho más profundas en los barrios más
pobres de la ciudad. Un titular de un
diario decía algo así como “La tormenta golpeó por igual a ricos y pobres”.
Nada mejor para refutarlo que esas imágenes de gente en bici o en carritos
recolectando para sí lo que dentro del casco urbano la gente desechaba por
haber estado bajo el agua. Además, esta diferenciación entre sectores se vuelve
importante porque estuvo presente en la manera en que el Estado operó.
La primera respuesta del
gobierno, y con seguridad, la predominante, fue el inmediato aumento de fuerzas
policiales hacia la ciudad de La
Plata , focalizándola en ciertas zonas. Desde la boca de
funcionarixs, la gendarmería y el ejército fueron convocados para “asistir a
las víctimas”. Por esto, resulta pertinente reflexionar sobre lo que se
entiende por asistir y por víctimas, y así hacer un balance del
papel desempeñado por parte del gobierno en el asunto.
El despliegue policial que hubo
(y hay) en la ciudad, el cruce veloz y con sirena sonando cada tanto de un
móvil de gendarmería, gendarmes amontonadxs y sentadxs en esquinas o a lo largo
de toda una cuadra, móviles del Ejército, policías ubicadxs en esquinas
habilitando a veces, negando otras, el pase a los barrios, camiones hidrantes…
estas imágenes nos acercan a un primer esbozo de lo que el gobierno entiende
por asistencia. Porque asistir se convirtió en sinónimo de seguridad, y la
manera de dar seguridad fue aumentar la presencia de fuerzas represivas.