lunes, 24 de octubre de 2011

La historia bestia y la elección bella

Elecciones de gobierno, en algún lugar de nuestra cabeza, de todas las autopistas y casas cerebrales que cada personita se trae, hay un lugar llamado elecciones; Casualidad y paradoja de la conciencia que se cree bella por creerse libre de elegir y consumir, siempre, siempre entre lo que hay nos convencen y someten –es astuta la belleza- de que esta es la forma de hacerlo: un voto en elecciones, un dinero en el mercado de elecciones de consumo; pero me resuena en la cabeza, una mosca insulsa, preguntona, molesta: ¿elecciones de pobreza, de pasar hambre, trabajar  duro y en negro? O ¿del gobernar la marginalidad, los reos, los desviados? ¿Por qué mejor no gobiernan  los gusanos de sus panzas? Me imagino que los y las gobernantes eligen como gobernarnos ¿hasta dónde? Porque sin más uno elige proyectos, plataformas y medidas cuando vota, pero los pobres de la tierra no eligen las plataformas -gruesas- de las botas policiales, de los ejércitos en las calles, sea el país y las condiciones de cada cual, pienso en Brasil, Colombia, Argentina y México que están complicados. Aparentemente, así, la pobreza trasciende la elección ¿por qué? ¿Qué hay en ella que no hay en la representación política?

Porque el voto es para todos y todas, en cambio la pobreza ¿Qué onda? La pobreza está marginada, es la que está obligada a ser pobre y por eso es acorralada, es mucha y está condensada; ella es reflejo de una política histórica: la bestia historia de la ganancia, el miedo y la propiedad. No existe propiedad si no hay miedo, pues la necesidad de seguridad me lleva a encerrarme en el encierro del otro; poniendo llave a las ideas o a las acciones como, ¿por qué no? Al espíritu, a ese sumun que hace a la fuerza, digo, es claro que mi espíritu va a estar en la propiedad si ella es fuente de seguridad y, justamente, eso estoy buscando. Lo que necesariamente me lleva para conseguirla, a la ganancia, práctica que se ha realizado milenariamente; antes con la guerra, hoy con la competencia del capital en el mercado y bueno, también con la guerra sino: khadafi (Libia), Irak, Afganistán, medio oriente y próximamente Uganda ¿Dónde los ponemos? Entonces, me esclarezco ¿de qué se trata la seguridad? Desde lo que entiendo, sencillamente de la paradoja del capital; porque si uno piensa, la propiedad es fuente de seguridad, pero a la vez, fuente de inseguridad por temor a que nos saquen lo que creemos que es nuestro. Básico. Estas son las estupideces ajenas y nuestras que la historia nos hace llegar de diferentes maneras, siempre bellas, porque si no son bellas las justificaciones de la historia bestia, sos zurdito, comunista. No hay revista para la administración de la pobreza, no hay pasión más porfiada, terca, inhumana que la avaricia de acumular, no hay práctica que nos enseñe a elegir mejor que lo real cuando ve la realidad, no hay motivos para elegir cuando la elección es una ilusión que políticos han hecho de nuestra mente, un lugar, un campo de batalla donde lo auténtico del ser lucha contra lo matemático, de cifras, votos y estadísticas; contra la persuasión, de modas, afiches y subjetividades foráneas que quieren hacer de nosotros, sujetos previsibles, fácilmente catalogables en una escala de riesgos normales.  No vale la pena elegir, vale la pena luchar para elegir ser y hacer lo real; romper paredes, planear la fuga, el piquete de lo autentico de seguir corroyendo la pecera, digo, la pileta en la que políticos y políticas nos encierran. Porque llegará el día en que pobres marginados  así se sientan, se paren, dejen el agua sucia de avaricias –disfrazada con cloros de conformidad y consumo- que los oprime y caminen por el mundo nuevo que nunca pisaron, la decisión organizada. Y ella será salada para aquellos que detentan el espíritu ajeno. Tan salada como el mar de marginalidad que se reúne con el espíritu del gran niño e inunda las fortalezas de la bestia historia que gobernó y gobierna; pues de amor y valentía, ternura y debilidad, está hecho lo real que “bella” y “bestia” no saben ni pueden gobernar.        




lautareando                

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