domingo, 8 de diciembre de 2013

Algunas contradicciones


Puede parecer contradictorio hablar de Educación Popular en un espacio tan violento y marginado como el de una cárcel: contradicción quizás tratar de implementar un espacio abierto, crítico, libre y constructivo en pocas horas en las cuales nuestros objetivos se ven como ideales inalcanzables. Contradicción tal vez entre lo que predicamos y lo que realmente hacemos. Contradicción quizás al momento de incentivar a los participantes del taller que sigan en la senda de la educación formal (que gritamos ser un derecho, pero que dentro del servicio penitenciario es una vergüenza que infantiliza y degrada aún más al ser humano). Contradictorias quizás son nuestras mismas prácticas de educadorxs popularxs que constantemente reprochamos los aspectos individualistas, reproductores, competitivos, cerrados, y alienadores de la educación institucional y a veces caemos en las mismas trampas de ese modelo educativo.

¿Pero entonces, qué hacemos como colectivo dentro de la cárcel?

Primero que nada, aprendemos a desnudar estas contradicciones; no surgen porque nuestros objetivos sean ilusos, surgen porque intentamos no disociar prácticas de un proyecto político. Nuestras prácticas hoy, no están en contradicción con nuestro proyecto político, sino que están en contradicción con el proyecto político vigente al cual evidentemente no adherimos. Por eso, es que vemos la necesidad de implicarnos y posicionarnos como organización no sólo frente a las políticas de seguridad nacional, sino también frente a políticas del gobierno en general.

Es relevante subrayar que construir un espacio de Educación Popular dentro de una institución cerrada (como puede ser la escuela) que a su vez está dentro de una cárcel excluida, olvidada e invisibilizada en un sistema capitalista que avala estos tipos de marginación, no puede ser disociado de la responsabilidad política que eso implica y que surgirán contradicciones más de una vez (como la dificultad de ser socialista y vivir bajo el techo del consumismo exacerbado).



Entrar en la cárcel sin embargo, no implica avalar el sistema penitenciario; implica no cerrar los ojos mientras presxs se desviven día a día. La parte más difícil justamente es seguir trabajando con esas contradicciones. Tratar de no alejar nuestro proyecto político de los pequeños cambios que vemos día a día: un padre que por primera vez puede escribir el nombre de su hija, un pibe que le puede decir a su novia que fue a rendir a la universidad y se sacó un 9, la motivación de aprender, de leer, de desafiarse, de reír, de respetarse, de trabajar con y para el otro son la reafirmación de valores que predicamos y son la motivación que nos incentivan a entrar todas las semanas.

Los espacios de Educación Popular no se presentan entonces como un mero título, sino como una vía para quebrar con las tradiciones de los pocos espacios educativos institucionales dentro de la cárcel y plantear alternativas de otro tipo de construcción.

¿Pero qué pasa con la educación institucional en la cárcel?
-“Es un beneficio” contesta uno de los pibes de la Unidad 45. Si te portás bien, si tu pabellón no está engomado, si no estás en buzones, si no hay requisa, si apareces en la lista, si tuvieron la gran voluntad de ir a buscarte, entonces, podrás ir a la escuela…

¿Hay escuelas dentro del servicio penitenciario?

Todas las unidades penitenciarias tienen un establecimiento educativo, a veces se resume a un pabellón acomodado, pintado y “arreglado” para responder a la obligatoriedad que dicta la ley.

Dibujada la escuela, pintada con flores y niños como si fuese un jardín de infantes, las aulas (o celdas) en las cuales se desarrollan las clases del ciclo primario y secundario rara vez constan con el material necesario para los estudiantes (que, en un contexto así, poco pueden estudiar).

¿Y ustedes van a la escuela?
-“Si, lunes y martes” contestan algunos – “miércoles y jueves bajan lo del pabellón 4”.
“Si voy a la escuela no me sacan después para ir a la cancha” dice otro y “los jueves… son de visita.”

Los horarios de las clases dependen de cada unidad penitenciaria, pero no superan más de 2h por día. La educación que reciben se limita en tiempo y en espacio. No existe un seguimiento o relevamiento de lxs alumnxs que permita saber en el momento de cualquier traslado en qué ciclo va o cuantos años lleva estudiando. Un día puedes estar terminando el secundario y otro día empezándolo. Puedes asistir al tercer ciclo sin saber leer y escribir…Total, son presxs y la educación, a pesar de lo que dice el papel, aparece como un beneficio y no como un derecho. Vienes cuando permitimos que vengas y el resto… no merece esta oportunidad de estudiar en estas maravillosas condiciones.

¿Y el Ministerio de Educación no hace nada?

La presencia del Ministerio de Educación dentro del servicio penitenciario es casi simbólica y se ve reflejada únicamente en lxs pocxs docentes que ejercen dentro de la cárcel. La mayoría responde siempre a la realidad carcelaria, adoptan un rol pasivo y se someten al régimen recién expuesto. Pocxs denuncian las condiciones inhumanas en las cuales viven los presxs y en las cuales ellxs mismxs tienen que ejercer. Algunxs, con compromiso político, se acercan a organizaciones o tratan de visibilizar lo que sucede, pero se dificulta al momento de entender que el sistema educativo dentro de la cárcel no tiene autonomía alguna, todo depende de la “voluntad” del servicio penitenciario.
Polín L.

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