jueves, 8 de mayo de 2014

8 de mayo: Día Nacional de Lucha contra la Violencia Institucional



La cárcel es corrupción, tortura, violación de Derechos Humanos; la cárcel es violencia institucional


En la cárcel conviven la corrupción, la desidia y la inoperancia. Lxs agentes penitenciarixs, como funcionarixs públicos, cometen delitos a diario. Los grandes montos de dinero destinados a la compra de insumos se pierden en el camino, a los presos y a las presas les falta la comida, el agua, los elementos de higiene, padecen las necesidades más básicas. Pero los delitos del Servicio Penitenciario quedan impunes, impunidad que perpetúa la corrupción.

En la cárcel se padece tortura por acción u omisión de agentes del Estado, o por medio de terceros bajo el consentimiento de los mismos. Las agresiones físicas son tortura. La violencia de género es tortura. Las malas condiciones de salud son tortura. La privación del derecho a la educación es tortura. Las inhumanas condiciones de detención son tortura. Los traslados constantes son tortura. El trabajo esclavo es tortura. La ruptura de vínculos familiares es tortura. El aislamiento como castigo es tortura.

En la cárcel se violan Derechos Humanos. En la cárcel el Estado no genera las condiciones necesarias para una vida diga. Las personas encerradas no pueden ejercer sus derechos políticos y civiles, económicos, sociales y culturales. La cárcel priva mucho más que la libertad ambulatoria.

Las personas que la cárcel encierra están bajo la custodia del Estado. Hablamos de violencia en la cárcel porque se produce un daño que perdura en el cuerpo de quien lo sufre; hablamos de violencia institucional porque el Servicio Penitenciario acciona en su conjunto a través de numerosas prácticas y rutinas.

Los presos y presas no hablan de tratamiento ni de resocialización ni de cuidado del reo. Las personas que la cárcel encierra hablan de sobrevivir. En la cárcel se lucha para simplemente lograr mantener la vida, para lograr defenderse de la tutela del Estado. 

En la actualidad las cárceles e instituciones de encierro argentinas marginan, estigmatizan, vulneran y violentan a más de 60.000 personas. Pero la cifra cobra un valor aún más desgarrador si se le suma el número de vidas que han pasado por ellas. Un sufrimiento mucho mayor, un flagelo del Estado mucho mayor a lo largo del tiempo.

La cárcel deja marcas que duran toda la vida en el cuerpo de quienes encierra. En la actualidad hay cientos de miles de vidas que deberán sobrellevar las marcas grabadas por la violencia institucional.
Atrapamuros 

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